SITIO WEB DE LA SECCIÓN DE PSICOTERAPIA DE LA SOCIEDAD VENEZOLANA DE PSIQUIATRIA PARA LA DISCUSIÓN Y DIVULGACIÓN DE LOS AVANCES EN MATERIA DE COMUNICACIÓN TERAPEUTICA Y TRANSFORMADORA DE LA PERSONALIDAD.

martes, 14 de febrero de 2012

Por Luis Arocha Mariño
La teoría holonómica cerebral...no sólo no compromete ni rechaza la concepción neurofisiológica clásica, sino que, por el contrario, la enriquece...así como enriquece también a la psicología, proveyéndola de un mecanismo plausible para entender la experiencia fenoménica.”
Karl Pribam
“Trabajar sobre los procesos y programas es mucho más útil que trabajar sobre los contenidos .”

Richard Bandler

Desde el punto de vista funcional (lo que hemos denominado mente hasta ahora) podemos decir que nuestro cerebro opera dos grandes procesos: la creación y desarrollo de programas y el establecimiento de representaciones a partir de la aplicación de tales programas. Tal clasificación, que nos ayuda a entender y operar con gran precisión, claridad y elegancia sobre nosotros mismos y aquellos con quienes interactuamos, deriva de un esfuerzo teórico-pragmático sin precedentes conocidos, donde cientos de modelos, aplicaciones, técnicas y prácticas que demostraron su eficiencia y eficacia acerca del cambio humano positivo, son organizados e integrados en un enfoque único, sistémica y sistemáticamente estructurado, transdisciplinario y dinámico denominado NEUROCODEX, cual constituye las siglas de NEURODificación de la EXperiencia humana. El nombre deriva del hecho de que el factor común, mínimo común denominador, de todos los enfoques y conceptos revisados, lo constituye la creación, mantenimiento y transformación de códigos por parte del sistema nervioso central de nosotros los humanos. Códigos estos que aluden a la forma particular como, empleando los programas mentales correspondientes, vía los sistemas perceptivos, creamos representaciones virtuales bajo la especie de hologramas que constituyen nuestro espacio mental y que almacenamos bajo cuatro dimensiones o módulos que, a su vez, trabajan en paralelo: Pensamientos, Emociones, Sentimientos y Acciones (P.E.S.A.). Los procesos involucrados para la creación y mantenimiento de tales módulos (memorias) son, en primer lugar, la atención, como mecanismo de focalización sensorial frente a aquellos estímulos competentes, capaces de excitar dichos receptores para luego ser representados en el holograma correspondiente. Por otra parte, las inteligencias (procesos de transformación de esas representaciones en memorias) las llevan a almacenarse bajo los módulos paralelos P.E.S.A. De allí, estas memorias se convierten en estímulos internos que sirven de segunda fuente para comparar con las percepciones externas lo que está representado en nuestro interior, de la misma manera como las fuentes de luz coherente lo hacen en los hologramas artificiales. De esta forma, podemos admitir algún estímulo como familiar o novedoso, según la experiencia y cómo la hallamos categorizado, abriéndonos a la opción de ratificar, mantener o modificar dicha experiencia mediante la aplicación de los programas que hayamos instalado a lo largo de nuestra vida.
Dado que se trata de una estructura multinivel y dinámica, reconocemos varios modos de funcionar tanto los programas como las representaciones.
Los programas trabajan en modo consciente, subconsciente, inconsciente y automático según la necesidad y disposición de las decisiones a tomar. Así, la tensión arterial opera automática y homeostáticamente, mientras que las emociones lo hacen inconsciente y en función escalonada, por ejemplo.
Las representaciones siguen cursos paralelos en su distribución P.E.S.A.  y se subdividen en desarrollos icónicos o simbólicos, donde estructuramos nuestra privativa capacidad transformadora: el lenguaje.
Partiendo de este sistema holómico integrado del funcionamiento cerebral (insistimos, lo hemos llamado mente, hasta ahora), derivamos procedimientos para actuar sobre nosotros mismos y sobre las personas con quienes interactuamos. Es el aspecto pragmático de NEUROCODEX. Dos ecuaciones recogen los aspectos críticos que conviene cultivar para un rendimiento óptimo en nuestras vidas: La fórmula o ecuación de mejoramiento continuo  y la ecuación de influencia con integridad. Ambas persiguen el desarrollo de una actitud y comportamiento saludable, armonioso, equilibrado, creativo y solidario, siendo las guías de nuestros procedimientos en entrenamientos, terapias, coaching y educación. De esta manera vamos siendo consistentes con el desarrollo de la teoría, reconociendo, al lado de Charles S. Peirce, que “todo conocimiento es parcial y provisional” y que la mejor política frente a la vida la expresó nuestro querido gran maestro, el Dr. Arturo Uslar Pietri: “Sigo los pasos del hombre que voy siendo”.

domingo, 12 de febrero de 2012

Mente-cuerpo-medicina-terapia: un solo proceso


Dr. Luis Arocha Mariño.
Prof. Laura A. Montilla.
Correspondencia: luisarochaster@gmail.com
Aristóteles de Estagira (234- AC) nos legó los fundamentos de la racionalidad humana al proponer que para conocer las cosas, convenía dividirlas en sus partes componentes y vincularlas unas con otras, fundamentalmente a través de las relaciones en tiempo y espacio que ocurría entre ellas, amén del establecimiento de los vínculos causales de producción de los fenómenos estudiados. Así nació la cultura occidental de tradición científica, dando origen a especialidades y superespecialidades en los campos del saber. La guinda de este pastel fue colocada por René Descartes cuando separa definitivamente, a los ojos de los entendidos, la mente del cuerpo, señalando que se trata de dos mecanismos totalmente independientes. En el campo de la investigación médica –y humanística- tales conclusiones se ven reflejadas en el trabajo de Thomas Sydenham quien destaca que para ejercer un dominio del conocimiento médico se hace necesario conocer cada rasgo de cada enfermedad y describirlo con lujo de detalles, para armar una taxonomía inequívoca de las posibilidades de enfermar. También recomienda utilizar el mismo criterio para los tratamientos que se vayan descubriendo o inventando.
Indudablemente, estos sabios consejos son sumamente útiles y rendidores, ya que conformar el pilar sobre el que levantamos la medicina occidental contemporánea. También permitió el surgimiento de una enorme cantidad de especializaciones que condujeron al estatus actual, donde -aparente paradoja- hay tantas especialidades que el ser humano se diluye en ellas. Así, tenemos que si alguna persona acusa dolor gástrico va al gastroenterólogo, si sufre taquicardia acude al cardiólogo, llegando al extremo de que entendemos separadas profesiones como la psiquiatría y la neurología, o incluso más allá, la psiquiatría no es lo mismo que la psicoterapia… Incluso los esfuerzos actuales por integrar la idea de un ser humano –persona- detrás del acto médico sufrió una descomposición similar, al hablar de psiconeuroinmunoendocrinología, por ejemplo. Medio en serio, medio en broma, alguna vez dijimos:”Si continuamos por este camino, llegará la psico-neuro-inmuno-endocrino-cardio-gastro-neumo… y pare de contar. ¿Por qué no hablar simplemente de medicina actual?
Sostenemos que el estatus actual donde continuamos multiplicando las especialidades y no encontramos la pieza que conecta con la idea de persona, es debido a una confusión de niveles de organización de la materia-energía (Matergia, a partir de ahora). Debemos a Gregory Bateson (Bateson) la concepción de que la materia se organiza en niveles de complejidad creciente y que a medida que asciende escalonadamente en complejidad, aparecen nuevas leyes o reglas de organización. Así, el nivel químico contiene un conjunto de reglas de funcionamiento que son conservadas y reorganizadas en el próximo nivel físico al aparecer la gravedad, por ejemplo. Los constituyentes del organismo van sufriendo la misma organización compleja en la medida que las funciones se multiplican. De esta manera, nuestro sistema nervioso central opera con leyes y categorías distintas de la periferia orgánica. Esto es lo que explica que para lo infratentorial tengan validez las premisas lógicas formales y para lo supratentorial necesitamos otro conjunto de premisas diferentes. Podemos observar, por ejemplo, que en el nivel del cuerpo periférico las variables se regulan mediante homeostasis, mientras que en el S.N.C. ocurre un proceso de función escalonada. Y ¿cuáles son esos patrones formales diferentes que rigen para nuestro sistema nervioso?
Afortunadamente, el conocimiento de la física particularmente, se vio profundamente enriquecido a partir de los finales del siglo IXX y durante todo el siglo XX, con los aportes del electromagnetismo, la relatividad, la cuántica, la neocibernética, la teoría de sistemas, los fractales, la holografía, entre otros desarrollos que permitieron una expansión de las disciplinas derivadas: astronomía, física de partículas, etc. En esta forma comenzaron a surgir visiones integrativas al perseguir conexiones y organizaciones superiores de la experiencia de vivir y entender las cosas, con sus consecuencias tecnológicas a la mano. El darnos cuenta de que estas nuevas visiones de la realidad nos conducen a una expansión del dominio de nuestro saber y de las estrategias para abordarlo y perfeccionarlo, trajo consecuencias en el conocimiento específico de cómo trabaja nuestro cerebro.  
¿Cuáles son las reglas que están detrás del funcionamiento particular y único del cerebro humano?
Al parecer, lo que ocurre en nuestro sistema nervioso central se parece, mayormente, más a la lógica de las partículas subatómicas que a la lógica Aristotélica correspondiente a nuestro mesomundo (el mundo adecuado a nuestras percepciones naturales), trayendo como consecuencia que las relaciones mente-cuerpo constituyan un holograma representacional que dirige a la periferia. Ya son muchas las investigaciones que demuestran este papel de “junta directiva” que nuestro cerebro-mente juega sobre las respuestas orgánicas que llevamos a cabo. De esta forma podemos entender cómo existen enfermedades en personas enfermas que, a su vez, favorecen o restringen la expresión patológica, cualquiera que ésta sea. Dando origen a lo que podemos llamar la enfermedad única, es decir estados que son producidos y mantenidos en una riquísima relación entre nuestro sistema nervioso central y el resto del cuerpo. Ya no necesitamos recurrir a términos obsoletos como “medicina psicosomática” o “enfermedades emocionales”, sino que debemos prepararnos y formarnos para atender nuestros pacientes como personas que transitan un estado particular producido por la forma como respondemos holográmicamente a agentes tóxicos, bien sea que estos provengan del exterior o del interior de nuestro cuerpo-mente unificado (preferiría llamarlo persona en situación, pues el holograma mental abarca el tipo, calidad y condiciones de vinculación con al menos tres mundos más que el propio: físico exterior, social y espiritual).
Ahora bien, ¿cuáles son los hallazgos que nos permiten abordar con carácter sanador y curador el “neuroholograma vital”?
Un primer aspecto importante es el hecho de que, como personas, somos los únicos seres del reino animal con una marcada tendencia a la transformación más que a la adaptación. Basta con mirar brevemente a nuestro alrededor para darnos cuenta de la enorme capacidad transformadora de nuestra especie, atribuible a cuatro características distintivas:
1.     Aparato fonador amplio, capaz de transmitir una cuasiinfinita variedad de sonidos.
2.     Mano prensil, capacitada para agarrar con finura y precisión.
3.     Existencia de áreas especializadas en el cerebro para representar y simbolizar el tiempo, espacio y circunstancias.    
4.     Una tendencia gregaria a compartir y transmitir de generación en generación los descubrimientos útiles a la sobrevivencia e invención de nuevas expresiones.
Con estos rasgos, contamos con las competencias para haber transitado la existencia de esta manera productiva como lo hemos hecho.
Ahora bien, nuestro cerebro, desde la perspectiva funcional, se encuentra departamentalizado, esto es, subgrupos de asambleas neuronales se encargan de una labor múltiple, simultánea, en paralelo que requiere una coordinación para hacerse efectiva en la dirección que conduzca a una vida saludable. Por ello hablamos del SNC como una “junta directiva”, pues se trata de la creación de congruencia entre componentes de diferente origen y desempeño. Hemos podido sistematizar y simplificar las macrofunciones cerebrales en Pensamientos, Sentimientos, Emociones y Acciones (curiosamente arman el acróstico PESA, por lo que generamos una consigna saludable: “Convierte lo que te pesa en tu PESA de entrenarte para la vida, a fin de que SEPAs conducirte feliz y saludablemente con ella”). En la medida en que tal configuración nos permite, al estar congruentemente entrelazadas, un monto de energía o masa crítica, como la llama Robertson (Robertson), y dirigirla inteligentemente en pos de unos resultados, creamos un campo capaz de modificar respuestas bioquímicas que organizan la materia de forma diferente. Así, explicamos los cambios que tantos investigadores recogieron sobre el poder de la “junta directiva” para curar enfermedades y reformular la existencia  (Benson), (Escudero), (Simonton), (Spiegel). Usando un solo proceso mental incidimos sobre los resultados orgánicos. De esta manera nos sentimos autorizados para decir que la ruta del proceso salud-enfermedad sigue una vía que cada día despejamos más y más en un sentido único.
Bibliografía:
·       Bateson, G.: Espíritu y naturaleza, Amorrortu, B.A. 2002.
·       Benson, H.: Timeless Healing, Scribner, N.Y., 1996.
·       Escudero, Ángel: Curación por el pensamiento, Centro de Noesiterapia, Valencia, 2006.
·       Montilla, L. y L. Arocha: Ten la vida que quieres y te mereces con NEUROCODEX, ILACOT, Caracas, 2009.
·       Simonton, C. y R. Henson: Sanar es un viaje, Urano, Barcelona, 1993.
·       Spiegel, D. et al: The beneficial effects of psychosocial treatment on survival of metastatic breast cancer patients: A randomized prospective outcome study. Lancet, 2, 1989, 888-891. 
·       Volmer, M. C.: Bases de la psiconeuroinmunoendocrinología, Salerno, B.A. 2000.